viernes, 28 de octubre de 2011

MOTÍN EN EL INFIERNO

Lucifa

Rajar, partir, pelar, cortar
la carne del cristiaanooo!
¡Tostar, asar, freír, quemar
con brasas de castaaañooooo!

- ¿Dónde se han creído que van? –gritó Cojituerto amenzando con su tres pinchos.
- ¡A ninguna parte! –respondió Quemado-uno.
- ¡Vamos a buscar a Lucifa! Parece mentira que estéis todo el día y la noche asando y quemando y vuestro Jefe refocilándose con Lucifa ¡Nosotros también queremos fornicar! –apuntó Quemado-dos con entusiasmo.
- ¡Tiene razón! ¡Dejemos los tridentes y busquémosla! –gritó Chepimanco.
- ¡Ay! ¡Ay! ¡Soltadme!, ¡tullitontos!, ¡quemaculos! ¡o se lo diré a Lucito! –gritaba Lucifa a todo pulmón.
- ¡No nombres la llama en casa del quemado! –dijo pensativo Quemado-uno.
- Ya sabéis que os arrancará los brazos y las piernas –respondió levantándose las faldas provocativamente.
- ¡Sí! Pero luego nos crecen –espetó Cojituerto.
- ¿Y lo que duele? ¿Eh? –respondió Lucifa con aire desafiante.
- ¿QUEEEEEEEE? –bramó Lucifer, haciendo temblar todas las ollas, de la más pequeña a las gigantes y forzando a salir de sus cuevas una nube de murciélagos, que cubrió toda la bóveda donde se hallaban.

En un momento, muertos de miedo, todos los murciélagos orinaron y defecaron a la vez, y el guano les llegó hasta las rodillas.

- ¡Huele pedos! ¡Quema culos! ¿Porqué no estáis trabajando?
–vociferó Lucifer.
- La culpa es de Lucifa que quería hacerselo con los cuatro –comentó Chepimanco, mientras tapaba su cabeza con el brazo.
- ¡Volved inmediatamente al trabajo! –ordenó Lucifer. Y a ti... ¡Tú, rastrera, vas a cantar ópera!
Y empezó a arrearla mamporros, mientras que sus colas penetraban y salían de sus orificios a una velocidad de vértigo.
- ¡Ay! ¡Ay! ¡Qué gustito! ¡Ay! ¡Ay!
¡Y vosotros a vuestra olla! –chillo Cojituerto, dirigiéndose a Quemado-uno y a Quemado-dos, al tiempo que continuaba con su letanía:

¡Sajar, partir, pelar, cortar
la carne del cristiaanooo!
¡Quemar, asar, freír, trinchar
con tridente en la maaanooooo!
Ernesto L. Vinader